El firmamento delator
El verano ya es fresco
al caer el sol.
El agua no se calienta en todo el día.
La basura nos llega por el aire
directo a los pulmones
plástico quemado.
La lucha continua atenuada
por las medicinas
las derrotas se cuentan por miles,
las victorias son pírricas
pura rutina de la perla en el ostracismo.
Miro las estrellas claras
las que tanto me ayudaron en su día
y me siguen dando miedo.
Mi padre dice que de pequeño
me asustaba de la luna.
Hoy creo que ya hallé la solución
mirando al cielo estrellado de las noches de verano.
Temo a lo que no se puede explicar
al infinito abismo
que nos reduce
a gusarapos en una gota de agua
a átomos fluyendo en redes cristalinas.
La negrura entre estrellas
antimateria
vacío,
o como demonios se llame,
es tan sobrecogedora
que reduce a Dios
a ruido de fondo
a fugaces ideas concebidas
en el vértice espaciotemporal.
Y así, mirando en la orilla del océano cósmico,
se agotan las cortas horas
que me separan
del viaje.
Y lo que he llamado antes temor
se convierte en seguridad
de los pies sobre la tierra
ardiente y polvorienta,
pues debo temer más del vecino
que de las arañas de Marte.
al caer el sol.
El agua no se calienta en todo el día.
La basura nos llega por el aire
directo a los pulmones
plástico quemado.
La lucha continua atenuada
por las medicinas
las derrotas se cuentan por miles,
las victorias son pírricas
pura rutina de la perla en el ostracismo.
Miro las estrellas claras
las que tanto me ayudaron en su día
y me siguen dando miedo.
Mi padre dice que de pequeño
me asustaba de la luna.
Hoy creo que ya hallé la solución
mirando al cielo estrellado de las noches de verano.
Temo a lo que no se puede explicar
al infinito abismo
que nos reduce
a gusarapos en una gota de agua
a átomos fluyendo en redes cristalinas.
La negrura entre estrellas
antimateria
vacío,
o como demonios se llame,
es tan sobrecogedora
que reduce a Dios
a ruido de fondo
a fugaces ideas concebidas
en el vértice espaciotemporal.
Y así, mirando en la orilla del océano cósmico,
se agotan las cortas horas
que me separan
del viaje.
Y lo que he llamado antes temor
se convierte en seguridad
de los pies sobre la tierra
ardiente y polvorienta,
pues debo temer más del vecino
que de las arañas de Marte.
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