El desprecio de su mirada
Volviendo de la librería de ocasión
he visto un tío raro sentado en un banco.
El desprecio de su mirada hacia todo
era sobrecogedor.
Con el pelo blanco, de punta,
parecía Panero.
El mueble urbano, en plena efervescencia,
bajo los árboles y un tobogán mohoso,
junto al tráfico y las luces
de la ciudad,
cuando el largo día
cae,
por fin,
nuestro hombre no espera nada.
Mis elucubraciones, al menos,
así lo han descrito en mi cabeza.
Y de vuelta a casa lo he ido mascando,
y mientras compraba en el supermercado y
aquí, bajo la bombilla,
mientras lo escribo.
El dolor de muelas no me deja quieto,
en las largas jornadas
tras el cambio de hora.
Invierno 2005
he visto un tío raro sentado en un banco.
El desprecio de su mirada hacia todo
era sobrecogedor.
Con el pelo blanco, de punta,
parecía Panero.
El mueble urbano, en plena efervescencia,
bajo los árboles y un tobogán mohoso,
junto al tráfico y las luces
de la ciudad,
cuando el largo día
cae,
por fin,
nuestro hombre no espera nada.
Mis elucubraciones, al menos,
así lo han descrito en mi cabeza.
Y de vuelta a casa lo he ido mascando,
y mientras compraba en el supermercado y
aquí, bajo la bombilla,
mientras lo escribo.
El dolor de muelas no me deja quieto,
en las largas jornadas
tras el cambio de hora.
Invierno 2005
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